¿DÓNDE ESTÁN LAS DIOSAS?

Es bastante significativo que tanto los dioses del Olimpo griego como los signos del zodíaco están igualitariamente separados en un número equilibrado derepresentantes femeninos y masculinos, un símbolo de como la conjunción de estas fuerzas opuestas forma el universo. Sin embargo, en el auténtico cielo sobre nuestras cabezas, sólo hay un planeta al que los astrónomos y astrólogos han permitido bautizar con nombre de mujer: Venus. También tenemos a la Luna, cuyo sexo depende del idioma y de los mitos que cada cultura le asocie, como el de Selene. Esto que parece una tontería es un acto histórico de machismo simbólico perpetrado por la ciencia y que básicamente da a entender que el universo lo dirigen grandes señores.

Además Venus es el Amor y Luna la Madre, lo que simplifica el papel simbólico de la mujer en estos dos roles sexistas. Otros tipos de mujer que existen en la mitología y cuyos papeles no son de cuidadora o amante del hombre, sino que funcionan por si mismas, no tienen representación consistente en el espacio: Palas Atenea, la estratega, Diana la cazadora, Perséfone la oscura, Rea la sabia, Juno, la reina de los dioses, ninguna tiene actualmente la posibilidad de ser parte relevante del cielo...

Ya mencionaba esta situación, al hilo del estatus del planeta enano Ceres. El único planeta oficial con nombre de mujer además de Venus, que podría tener algo más de reconocimiento, y que era nada menos que la creadora de la agricultura. Sin embargo sigue en duda para los astrónomos, y más bien en la sombra para los astrólogos, que no acaban de integrar a una nueva figura femenina en su filosofía.

Aunque esto puede parecer una menudencia sin importancia, el caso es que el mensaje que se manda al inconsciente colectivo es que no hay nada poderoso en el cosmos que sea femenino. De hecho, todos los nombres de diosas femeninas, las mismas que en la mitología guerreaban o jugaban con el destino de los hombres al lado de los varones, se han asignado a cuerpos celestes menores. La mayoría de ellos se alojan en el cinturón de asteroides y apenas se mencionan de pasada en los libros de astronomía o astrología, salvo con carácter anecdótico. Son piedras comunes.

Sencillamente sus nombres pasarán al olvido, mientras que deidades masculinas como Urano, Neptuno o Plutón multiplican su alcance en las conciencias de los humanos a través de este conveniente “bautizo cósmico”.

La astrología tradicional debería cumplir su papel: fijarse en cuales son las energías que pueblan el cosmos y divulgarlas. La injusticia que hay en el cielo hacia todo lo femenino hace evidente que no estamos celebrando realmente las energías que existen en el. En el cosmos hay tanto femenino como masculino, y no haría daño que el gran gigante anillado que es Saturno llevase el nombre de su contraparte femenina Rea, o que Plutón fuese su mujer, Perséfone.

He de decir que lo femenino y lo masculino se entiende en el cosmos como manifestaciones de energía opuestas. Lo femenino es más hacia adentro, surge de las profundidades y a veces se queda en ellas, acoge y crea (como un lago, la tierra...) y lo masculino se centra en ir hacia afuera, demostrar e invadir (como un volcán, como un rayo...). Por eso está claro que el universo posee ambos tipos de fenómenos naturales, y darles cabida en nuestra forma de referirnos a ellos sería importante.

En astronomía, esta ecuanimidad hacia la mujer sencillamente sería un buen gesto hacia la mitad de la humanidad, que resulta que también mira las estrellas. En astrología, además sería muy beneficioso porque las interpretaciones astrológicas se contagiarían de forma más específica de las energías que emanan de los planetas, y que a veces, son femeninas.

Andrés Zaragoza