EL ASCENDENTE

El Ascendente (en adelante, AC) es uno de factores más relevantes en Astrología. Aunque Casa 1 y AC no son sinónimos en rigor, por razones de exposición hablaremos aquí como si fueran lo mismo.

El AC refiere siempre al signo zodiacal que asciende justo en el horizonte oriental en el momento y lugar de nacimiento. El movimiento del AC es el más sensible a la hora y minuto de nacimiento, pues remite al movimiento de rotación de 24 horas de la propia Tierra. De hecho, antiguamente, el AC refería al horóscopo -que significa <mirar la hora»- y fue lo primero en lo que se fijaron nuestros ancestros. Así pues, diariamente todos los signos y planetas ascenderán en algún momento por el AC. Por ejemplo, y exceptuando en las latitudes extremas donde el Sol puede estar sin cruzar la línea del horizonte durante meses, en el momento del amanecer encontraremos al Sol en el AC.

El AC es un sector que determina la estructura primordial del individuo y se manifiesta en nuestra naturaleza física y, en un sentido más psicológico, en nuestra personalidad más inmediata. Dicho con otras palabras, simboliza nuestra manera egoica de concretarnos en este mundo, es decir, nuestra forma de afirmarnos, avanzar y prosperar en la Tierra como individuos, lo cual acaba manifestándose, tal como decíamos, en nuestra imagen y presencia. Simplificando mucho, el AC determina nuestra energía inmediata, nuestra constante e inherente presentación en el mundo. Es por ello que aporta tanta información concreta y cotidiana sobre nosotros.

A diferencia del Sol, el AC es pura conducta y no tiene ninguna meta, es como el horizonte que no se puede alcanzar y al que nos dirigimos constantemente. En cambio, el Sol define nuestro propósito vital y representa el centro director de nuestra identidad, más allá de lo observable y la experiencia, coordinador de todas nuestras facultades y subpersonalidades. Dicho de otro modo, el Sol representa el padre que proporciona la energía, el AC representa la Tierra Madre que transforma esta energía en vida. Es por ello que el Sol sin el AC no podría realizar su propósito. Sería como tener un corazón sin cuerpo que animar, como ser una estrella sin planeta que iluminar y calentar.

Por la naturaleza cíclica del nivel de casas, el Ascendente debe entenderse como justo el paso de la última casa a la primera casa, es decir, de la casa 12 a la casa 1.

Este es un momento en el tiempo absolutamente mágico, justo el momento donde acontece un gran misterio: el maravilloso paso del ser al no ser y del no ser al ser. Dicho en otras palabras, el paso de la vida a la muerte y de la muerte a la vida. Desde un punto de vista espiritual, es el paso de nuestra existencia individual terrestre a la vuelta al Todo, el retorno a la Fuente. Este paso de la vida terrestre a la vida, es paso previo a la vuelta a encarnar y volver a ser en la Tierra. En este proceso, por cierto, no pienso que haya una individualidad que se reencarne, lo cual no excluye que al encarnarnos nos determinen circunstancias no individuales como una historia familiar, una cultura, etc. Así pues, en la casa 1 es el Espíritu el que se ha materializado en la pureza de un nuevo yo completamente singular. Pasamos así del <yo soy Todo» al <yo soy yo» o, si se quiere plantear más prudentemente, pasamos de la experiencia intrauterina impersonal donde somos el universo al nacimiento del yo a parte.

En la literatura astrológica es frecuente reconocer en el AC uno de los factores más relevantes. Morín de Villanfranche se refiere a la casa 1 como la Casa de la vida. El sabio medieval Paracelso decía, desde la visión de un médico que buscaba poder interceder en la enfermedad, que <conocer el Ascendente de una persona es dominarla totalmente». Por otra parte, el astrólogo español Demetrio Santos señala que <la concentración de la personalidad se halla evidentemente en el Ascendente, y de aquí su dominio<.

Y es que junto al Medio Cielo (casa X), el AC es una casa que, por su capacidad para imponer nuestra presencia, indicará éxito mundano, sobre todo cuando haya planetas encima del horizonte (aproximadamente en los últimos ocho grados de la casa 12) y los regentes estén en una posición pujante. Esto posibilitará un yo afanoso que se atreva a manifestarse, por lo cual tendrá muchas más probabilidades de hacerse un hueco que un yo depresivo caído en la inacción.

Como decíamos, el AC es aquella energía que llevamos constantemente, lo que nos es inmediato de nosotros mismos, ¿y qué hay más inmediato en nosotros que nuestra propia apariencia física? Es por ello que tradicionalmente la casa 1 se atribuye a Saturno, el cual representa la estructura del cuerpo físico. Por ejemplo, un Venus en el AC aportará una gran belleza pues armonizará proporcionadamente las diferentes partes de la cara y el cuerpo. Júpiter exagerará los rasgos, Marte los masculinizará, la Luna los infantilizará, y así con el resto de planetas. Los signos también aportarán diferentes rasgos, así como el Sol, la Luna, los regentes y planetas en aspecto al AC. Al respecto, M. Duvdevan, recopiló más de cinco mil fotos de caras de personas de las que se tiene su signo solar, lunar y AC. Luego, mediante software de reconocimiento facial, agrupó las caras según un índice de similitud y luego comprobó si había relaciones significativas con lo esperable según la teoría astrológica, a saber: que las agrupaciones de caras similares responden a los mismos patrones astrológicos de signo solar, lunar y AC. Las conclusiones de esta investigación -llamada Astrofaces Project- apuntaron hacia una correlación positiva entre estos factores astrológicos y los rasgos de la cara, lo cual esperemos que estimule más investigación sobre esta cuestión.

El AC es nuestra impronta, un comportamiento tan inmediato, tan impregnado en todo, tan inconsciente y automático, que no podemos separarnos de él para observarlo desde fuera y tomar consciencia. El astrólogo argentino Eugenio Carutti se refiere a ella como <una irradiación amorfa de energía que se manifiesta en la totalidad de la existencia, que no tiene especificidad y que, en ese sentido, da color a toda mi vida». Pero la energía del AC no tiene porque ser inconsciente para siempre. En un sentido más avanzado, las propiedades del AC merecen ser desarrolladas para ofrecer una imagen de nosotros mismos lo mejor trabajada posible pues es lo que el mundo observará. Jung se refería al AC como la <máscara», a la imagen que ofrecemos a nuetro entorno. El astrólogo Jesús Navarro lo describe como <los rasgos connaturales a la persona, espontáneos y característicos suyos» pero también como <la máscara que pueda mediatizarlos».

¿Y cómo podemos desarrollar nuestro AC? Básicamente, tomando consciencia y asumiéndolo como propio. Tomar consciencia de nuestro AC es algo problemático como lo sería averiguar nuestro aspecto en un mundo sin espejos. Se trata de un comportamiento que está de fondo, más allá de las subpersonalidades (planetas) que se están manifestando circunstancialmente. Para conocer profundamente nuestro AC necesitaríamos poder grabarnos 24 horas, a modo de Gran Hermano, con tal de observar esa constante vibración, ese característico sello de nuestro ser. Siendo esto poco operativo, al menos a corto plazo, conocer nuestro AC dependerá de los feedbacks que recibimos del entorno, sobre todo de aquellas personas con las que compartimos una relación más constante como ocurre con la pareja. Y es que con nuestro/a compañero/a sentimental nos damos cuenta de muchas cosas que hacemos automáticamente, instintivamente, sin pensar, y que la pareja sí observa y recibe, quejándose o halagando, reprimiendo o reforzando.

El AC (o la casa 1) no puede entenderse sin su punto opuesto, el Descendente (o la casa 7). Ambos forman un eje, al que Bruno Huber llamó el eje de encuentro entre el yo y el tú/el mundo. En el AC nos presentamos al mundo de una forma en concreto; en el Descendente (en adelante, DC) el mundo se presenta a nosotros y, relacionádose con nosotros, nos hace de espejo. En los demás nos proyectamos, nos vivimos, y llegando a un equilibrio con ellos logramos un equilibrio con nosotros mismos. Como decía Lev Vygotsky en sus estudios sobre la importancia de la experiencia social en el aprendizaje: <nos convertimos en nosotros a través de los otros».

El etnólogo P. Clastres, en <Investigaciones en antropología política» reflexiona sobre la inherente <voluntad de independencia política y el dominio exclusivo de su territorio» de toda sociedad primitiva. Así pues, vemos que igual que los individuos, las sociedades también tienen su AC. Aunque esta perspectiva social es propia de la disciplina astrológica llamada astrología mundial -la cual no es nuestra prioridad en este artículo- sí que he querido utilizar el trabajo de Clastres con tal de obtener una mayor claridad sobre el AC y su relación con el DC. Forma parte de la esencia de cualquier comunidad el querer mantener y desplegar su ser diferenciándose irreductiblemente de sus vecinos. Clastres explica que en consecuencia no es posible que una sociedad esté amistosamente relacionada cien por cien con el resto de sociedades pues tiende a lo contrario: a la exclusión respecto a otras comunidades. Lo mismo concluye acerca de la hipótesis de que estuviese hostilmente relacionada cien por cien con todos. Esto violaría también su principio de fragmentación, pues la guerra llevaría inexorablemente a alguna comunidad ganadora que sometiese a las otras, impidiendo así la expresión del resto de identidades sociales. Clastres llega a una interesante conclusión y es que la guerra está antes de cualquier alianza o colaboración (la casa 1 esta antes que la 7). Los intercambios y asociaciones no serían más que una táctica de guerra para mantender la independencia. La casa 7 determinará, por lo tanto, cómo colaboramos o entramos en conflicto con los demás, lo cual cabe tener claro que conllevará a un estado de equilibrio con nuestro AC.

Así pues, en el AC lo que buscamos es equilibrarnos con nosotros mismos. En cambio, con el DC buscamos equilibrarnos con el mundo. Por ejemplo, si tengo AC en Acuario es necesario que aprenda a mostrarme rompedor, que me de cuenta que seguir las reglas y elstatus quo no son mi modus operandis. Por otro lado, mi DC estará en el signo opuesto a Acuario, en Leo, el cual me hablará de que para hacer las paces -llegar a un equilibrio- con el mundo necesitaré expresar con orgullo quién soy, pero también reconocer el orgullo y la dignidad de los demás. ¿Pero qué ocurre si no reconozco mi AC en Acuario? ¿O si no quiero o no sé asumirlo? Si no lo soy lo invocaré por ejemplo sufriendo un boicot por parte de mis empleados o simplemente atraeré personas excéntricas. El hecho de atraer personas y experiencias responde al nivel de casas, el cual tiende a implicar invocar el destino. Con el AC se aplicaría plenamente la extendida sentencia de Carl G. Jung: <todo lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino. Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma».

Para personas que tengan un gran número de planetas en casa 1, es recomendable ocupaciones donde no tengan que dar cuenta a nadie y que puedan imponer su voluntad. También es recomendable trabajos donde haya que reaccionar con rapidez y asumir riesgos como trabajar en los cuerpos de seguridad del Estado, deportes de riesgo, el mundo comercial y ejecutivo, el directo de la TV, etc.

Por último, cabe comentar que la casa 1 se analiza cuando se investigan las diferentes etapas de crecimiento, ya que nos aporta información útil sobre nuestra formación en la infancia. Por una parte, el AC, el inicio de la casa 1, está relacionado con las condiciones de nacimiento y el parto (la casa 12 con la gestación), marcando predisposición para nacer más fácilmente, o no, en función de los planetas involucrados. Por otra parte, el resto de la casa 1 arrojará luz, mediante diferentes técnicas astrológicas como las direcciones primarias o las profecciones, acerca de las circunstancias de nuestra infancia. Según el psicólogo Erik H. Erikson, experto en Psicología del Desarrollo, en el primer año de nuestra vida, en la infancia temprana, desarrollamos una confianza fundamental que permitirá abrirnos al mundo y evitar conductas autistas. En la segunda edad, en la infancia última, que dura dos años aproximadamente, desarrollamos autonomía lo cual nos permitirá percibirnos separados de los padres y con derecho propio, evitando en el futuro el exceso de vergüenza y de duda. Inmediatamente después de esta segunda etapa, viene lo que Erikson llama la niñez temprana, que se extiende hasta los cinco años. En esta etapa desarrollamos iniciativa y experimentamos vigoramente con la realidad. Así conseguimos, entre otras cosas, vivir con espontaneidad, enfrentarnos al mundo y evitar sentimientos de culpabilidad. Tener planetas en la Casa 1, por lo tanto, conllevará que estos arquetipos hayan tomado partido en la formación de nuestra personalidad más esencial.

Aleix Mercadé, 2015.