¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA ADVAITA?

La palabra Advaita significa literalmente "no-dualidad". Esta filosofía está en la base de todos los caminos que llegan hasta el final de la búsqueda: el Vedanta, el Zen, el Sufismo, el Taoísmo, el Tantrismo, los Místicos Cristianos, etc.

Adi Shankara es considerado como la referencia primordial de la antigua doctrina Advaita. Más recientemente surge la figura de Ramana Maharshi, principal referente en el siglo XX.

Otro referente es Sri Nisargadatta Maharaj, cuya visión está reflejada en el libro Yo soy Eso. Nisargadatta fue el Maestro de Ramesh Balsekar, el cual ha tenido mucha influencia en la comprensión del Advaita en Occidente, siendo, a su vez, el Maestro de modernos maestros occidentales del Advaita como el americano Wayne Liquorman (Ram Tzu) quien se expresa con desnuda claridad y en un lenguaje completamente occidental y carente de los tradicionales términos hinduistas que predominan en el Advaita oriental.

La afirmación de que la Realidad es Una o, literalmente, "no-dos", tiene implicaciones filosóficas y cotidianas muy importantes con respecto al libre albedrío, la responsabilidad y el papel del ego. Vamos a verlas...

ADVAITA EN UN NIVEL COTIDIANO: TÚ NO ERES EL AUTOR

La consecuencia práctica más importante del principio de "no-dualidad" es la que remarcó Maharshi acerca de que el individuo es el "hacedor" pero no el "autor" de las cosas que hace. El individuo como entidad separada, independiente y autónoma es considerado como una mera idea: algo ilusorio. Por lo tanto, los actos que comúnmente se atribuyen al individuo son obra de esa "no-dualidad", llamada frecuentemente Ser, Vida, Tao, Unidad o Conciencia.

Una de las consecuencias en la vida diaria es que, si realmente vas sintiendo que no eres el autor de lo que sucede ni de tu propia personalidad -que no fue creada ni elegida por ti, sino por la vida-, puedes relajarte e ir aceptándote al tiempo que aceptas a los demás tal como son: con sus luces y sus sombras inherentes al plano dual en el que vivimos.

El hecho de que sea la Conciencia la que realiza todas las acciones del Universo -incluidas las que son llevadas a cabo por individuos que creen ser independientes del resto- cuestiona el libre albedrío (realmente uno es libre de hacer lo que quiera pero, ¿elige uno aquello que quiere?), la responsabilidad moral (más allá de la responsabilidad de vivir las consecuencias en el mundo de los actos que suceden a través de uno), el karma (que existe por el hecho de que toda acción tiene consecuencias pero que no deja de ser algo impersonal)...

Esta filosofía tiene muchas más implicaciones a nivel cotidiano que escapan a la extensión de este texto pero que puedes ampliar en la cuarta parte de mi libro «Somos Cosmos» o que puedes ampliar en los libros que te muestro al final de esta página.

ADVAITA EN EL PLANO FILOSÓFICO: EL BUSCADOR ES LO BUSCADO

A nivel filosófico el Advaita afirma que tú no estás separado de la vida en todas sus formas: el mundo, los otros o de la Fuerza que te ha creado. Esto parece totalmente incompatible con la experiencia sensorial que vivimos ya que vemos, no sólo dos, sino infinidad de formas separadas unas de otras empezando por nuestro cuerpo.

Esta falsa apariencia nos parece tan real debido a la función mental de conceptualizar, que consiste en definir y para ello dividir en partes lo que no está dividido. Así, cuando la mente abandona el proceso de conceptualización, la realidad de ser uno se revela, sin dejar dudas, como un hecho puramente objetivo. Ante la pregunta fundamental «¿quién soy yo?», la respuesta es la no-conceptualización. La expresión «Yo soy» seguida de silencio sugiere esta respuesta.

De este silencio se deduce que con las palabras no se puede llegar a la Verdad. Por ello, el Advaita se puede empezar entendiendo mentalmente pero, si la comprensión es profunda, inevitable y progresivamente va a ir llegando al corazón y a las acciones cotidianas. Es cuando finalmente nos damos cuenta de que realmente no hay nada que entender; que el propósito último de la vida es simplemente vivirla con todo su misterio y con la conciencia disponible en cada momento para ir aceptando lo que nos va trayendo hasta llegar, eventualmente, a recordar que Somos Cosmos.

ADVAITA Y ASTROLOGÍA

Astrología y advaita se complementan y se validan mutuamente. La astrología funciona porque en el fondo todo es uno; al mismo tiempo, una vez que la hemos puesto a prueba y verificamos que es real, ésta confirma el modelo holístico, no dual, que postula el advaita.

Cuando miramos una carta natal desde su centro, vemos al ego desplegándose con todas sus luces y sombras. La vida nace del centro vacío y a partir de allí se extiende por toda la carta. Aquello que realmente somos tiene que ver tanto con esa Conciencia que observa toda la manifestación como con lo que vemos manifestarse. Podemos observar nuestros apegos lunares precisamente porque no somos enteramente nuestra Luna condicionada; de igual manera que con nuestra ira marcial, nuestra importancia personal solar, nuestra gula venusina, y así con todo lo que va emergiendo de nuestra carta. Somos al mismo tiempo el observador y lo observado; aunque realmente no haya una separación entre ambos.

Somos fractales universales o, como diría Masaru Emoto, somos agua cristalizada de manera singular. Todos los elementos de nuestra carta nos hablan de cómo es nuestra cristalización y el centro nos recuerda que nuestra verdadera naturaleza, más allá de la forma que tome, es agua. No somos una ola en el océano; somos el océano en una ola. El círculo central remite a lo que todos somos en común: la vida misma. Por eso podemos mirar miles de cartas y el centro siempre permanece inmaculado e inmutable, sin ser atravesado por ninguno de los aspectos. Si levantamos la mirada, de él nacen todas las cristalizaciones distintas del Ser; sus «formas» de «ser».

Nuestro ego sería, pues, como el contenido de una burbuja; una mera idea sin sustancia propia, visible por la Conciencia que lo envuelve, lo sostiene y le da vida. Watts dijo: «somos Dios jugando al escondite consigo mismo». A la «Conciencia identificada en un ego» que somos le agrada sostener la hipnosis o el olvido de sí misma para que se pueda dar el juego de la vida. Eso hace que nos guste tener un nombre, un cuerpo y hasta una carta natal que nos demuestre y nos dé la seguridad de que existimos; pero si lo miramos bien, una carta natal es virtual en sí misma; una representación en dos dimensiones de cómo estaba el cielo en el instante en que empezamos a respirar de forma autónoma, aunque ese cielo nunca se congeló realmente. Le hicimos una foto y nos quedamos felices de sentir que éramos esa fracción de la película completa, pero ese instante nunca estuvo separado ni del anterior ni del siguiente.

Lo valioso de la carta es que justamente incluye el centro: la salida del laberinto (del griego labyr inthos, «labor interna»). En ella podemos ver cómo nos descentramos y al mismo tiempo cuál es el camino de vuelta para cada uno de nosotros. No hay caminos mejores que otros; todos se encuentran en la cima de la montaña.

En el siguiente vídeo relaciono la astrología y la filosofía advaita:

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA